martes, 14 de octubre de 2025
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Karl Popper y la paradoja de la tolerancia

El filósofo austríaco Karl Popper (1902-1994) describió en 1945, durante la Segunda Guerra Mundial, en su libro “La sociedad abierta y sus enemigos”,  la “paradoja de la tolerancia”. Esta dice que si una sociedad es ilimitadamente tolerante, su capacidad de ser tolerante finalmente será reducida o destruida por los intolerantes. Aunque parezca paradójico para mantener una sociedad tolerante, la sociedad tiene que ser intolerante con la intolerancia. Es decir, en nombre de la tolerancia, debemos reclamar  el derecho a no tolerar  las posturas intolerantes y dejarlas fuera de la ley. Ya que si no estamos preparados para defender una sociedad tolerante contra los atropellos de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y el fin  de la tolerancia. Se refería a concepciones filosóficas que abandonan los argumentos por la violencia, que inciten a persecuciones como el nazismo, fascismo y el comunismo.

Una paradoja  siempre nos inquieta y nos desafía  a la reflexión porque es una  idea extraña, opuesta a lo que se considera verdadero según la opinión general. ​ Parece que va contra el sentido común, sería como una contradicción. En pocas palabras, nos hace dudar.

El punto es ¿A partir de cuándo los tolerantes creen que su  seguridad y la de las instituciones están en peligro de perder la libertad? ¿Qué cantidad de comportamientos intolerantes se puede admitir? ¿Quiénes son los intolerantes que se debe silenciar con medidas punitivas?  La labor de silenciarlos es del Estado y no de particulares, pero ¿estamos dispuestos a apoyar la medida? Es decir, ¿estamos de acuerdo que está justificado pegarle a un intolerante porque, voluntariamente, no va a subir al patrullero?

¿Se deben tolerar grupos religiosos que se benefician con una sociedad tolerante siendo, ellos mismos, intolerantes?  Los parisinos conviven con musulmanes que  ocupan un barrio, la policía no puede entrar donde rige la ley Sharia y no la del Estado francés. Hay  cultos cristianos opuestos  a que se enseñe la teoría de la evolución en las escuelas y atacan a los maestros. Y así podemos mencionar muchos ejemplos de este tipo.

«Pero el  problema no es que haya distintas ideas, sino que una de ellas quiera ser hegemónica y oprimir a la demás.»

¿Son tolerables los fundamentalistas que gracias a la libertad de expresión, incitan al homicidio, la persecución, los secuestros, el uso de armas, el abuso, al terrorismo? En otras palabras, ¿son “aceptables” los mensajes de odio y la incitación a eliminar la pluralidad como en el caso del Ejército Islámico, dictaduras militares, neonazis, supremacistas blancos, comunistas como Corea de Norte, China y Cuba;  que niegan las libertades individuales?

¿Hay que limitar las libertades de quienes no reconocen las libertades ajenas que conforman una sociedad libre? ¿Se debe respetar la  libertad de expresión de extremistas que, si triunfan, suprimirían dicha libertad?

Mullah Krekar, lider islámico radical, arrestado en Noruega en 2015 por manifestar su aprobación y beneplácito por el atentado a las oficinas de la revista Charlie Hebdo

La paradoja nos muestra limitaciones de  comprensión. La complejidad de la realidad y estado de crispación tal vez nos haga caer en la trampa de la intolerancia, transformándonos en un intolerante más. Pero el  problema no es que haya distintas ideas, sino que una de ellas quiera ser hegemónica y oprimir a la demás. ¿Hay que proteger la libertad de fanáticos y antidemocráticos que ocultan sus intenciones?

Personalmente, creo que como ciudadano no puedo ser neutral. Si se mira con indiferencia o con romántica simpatía, solo estamos apoyando al futuro opresor. Los intolerantes pueden conquistar el sistema democrático sin dificultad, los alemanes lo aprendieron  prohibiendo el partido nazi y lo venezolanos los están sufriendo.

¿Dónde trazo el límite de la tolerancia?  Estimado lector,  un debate abierto,  debe invitar a la reflexión personal. Y en este caso,  Ud. es el dueño de la conclusión.

Querer ser Alemania siguiendo a Venezuela

Estimado lector, analizaremos aquí uno de los fenómenos más característicos de los argentinos: su increíble esquizofrenia en la forma de pensar.  Una verdadera “fractura mental” que no reconoce paralelismo en otros países.

Describiremos el fenómeno como una suerte de “admiración” por el estilo de vida, el avance social, el tecnológico y el bienestar del Primer Mundo.  A los argentinos nos gusta ese mundo.  Queremos ser como ellos.  Vivir como ellos.  Tener sus casas y sus autos.  Su estabilidad y su cultura.  Su libertad y su respeto a las leyes y el orden.  Son nuestro “Deber ser”.   Hasta aquí no hay nada de malo. ¿Por qué no reconocer que esa situación es la deseable para nuestro pueblo?  Lo llamativo es ese extraño pensamiento disociado que tenemos cuando nos preguntan “¿qué debe hacer un gobierno para llevarnos hacia esa situación?” Vemos a las claras que dichos países tiene una economía de mercado, administraciones fiscalmente responsables, respeto absoluto a las leyes y a los agentes de la ley (¡si, la policía!).  Pero por alguna razón, ninguna de esas premisas las queremos para nosotros mismos.   Es que el canto de sirena de los medios y nuestra clase política,  parece nublar nuestra razón.  El equilibrio fiscal nos suena a reducción del gasto público y  ¡Ay, eso duele!   La economía de mercado implica competir, esforzarse, arriesgarse.  ¡No, no, no! Una adecuada protección del Estado es mejor para que nadie salga perdiendo.  ¿Y la estabilidad de precios? No, eso no importa, porque después te aumentan el sueldo (notable este razonamiento).

«Una especie de bloqueo de la razón nos impide entender el sistema por el cual Nueva Zelanda es lo que es. O Finlandia. O Japón».

Más aún: todo eso es impopular.  El pueblo es feliz con las dádivas del Estado subsidiador.  ¡Y menos mal que lo tenemos! Por su puesto, de la mano de nuestra brillante y “popular” clase política. Si no, ¿qué sería de los pobres? ¿Quién se ocuparía de ellos y sus necesidades?  Ah, ya se: el sano y digno sindicalismo argentino,  cuya lucha (siempre legítima, verdadera y justa), impide eficientemente cualquier atisbo de movimiento del Status Quo.

Una especie de bloqueo de la razón nos impide entender el sistema por el cual Nueva Zelanda es lo que es. O Finlandia. O Japón.  Ninguno de esos países, con historias tan diferentes,  alcanzó el extraordinario progreso del que disfrutan vía las virtuosas “luchas populares” propuestas y ejercidas en nuestras Pampas.   Los argentinos, en nuestra adicción por lo que se conoce como “popular”,  hemos convertido en realidad un slogan que compramos, y finalmente es eso: un slogan.    Hemos reverenciado  ese concepto atractivo a nuestros oídos, y lo hemos convertido en un límite infranqueable,  so pena de convertirse en un “antipueblo” quien ose violentarlo un milímetro.  En nombre del mismo, nada puede tocarse,  porque ¿quién que se precie de ser digno, puede afectar los supremos “intereses populares”?

Nuestros máximos ídolos: Walt Disney y el Che Guevara al mismo tiempo. La demostración palmaria y flagrante de que no entendemos el mundo.

Hemos insistido tanto, pero tanto en este camino que no paramos de aumentar el nivel de pobreza.  Gobierno tras gobierno se rasgan las vestiduras y se llenan la boca de la palabra “Pueblo”.  Todo se hace para el Pueblo.   Pues bien,  lo que las crudas estadísticas demuestran,  es que ese Pueblo no ha parado de empobrecerse,  en forma consistente y sistemática.

¿No será hora de relacionar mejor los efectos con sus causas?  ¿No sería digno de nuestra clase política  y de los medios de comunicación, que empiecen proponer que para ir en una dirección,  hay que empezar a caminar en esa dirección?

Entender para enseñar.  Iluminar para mostrar.  Eso es lo que falta.

Los 3 actos del Populismo

¿Por qué es tan difícil para Latinoamérica entender una obra tan remanida? Tan llena de similitudes a lo largo de su geografía y, sobre todo, con un final tan anunciado. Bienvenidos al ciclo de 3 Actos del Populismo…

PRIMER ACTO:

Un gobierno populista llega al poder, seguramente, con un “líder carismático”, que se ha embanderado de todo tipo de slogans y promesas de grandes beneficios (sin explicar jamás de dónde se obtendrían los recursos para cumplirlos). Como si el Estado fuera una especie de fuente inagotable de bienestar y recursos, sólo bastaría con que sea comandado por un gobierno que “quiera distribuir esos beneficios”.  La ecuación es simple: “Nos votas a nosotros y te damos bienes, servicios y todas las cosas necesarias para tu vida, sin tener que pagar por ellas.  Los votas a “esos otros” (malos, perversos y egoístas) y no te darán nada”.

Y así, medidas “populistas” de por medio (léase: congelamiento de precios de los servicios públicos y otras tarifas, repartija de subsidios a mansalva y por cualquier razón, implementación de todo tipo de regulaciones y controles en beneficio de grupos amigos, etc.), empiezan a gobernar. El deterioro de la economía del país, en tanto sus variables más relevantes y a largo plazo, es evidente en términos de las inversiones, el ahorro interno, las exportaciones, el equilibrio fiscal, la inflación, etc. Pero esto… ¿a quién le importa? Vastos sectores de la población sienten el efecto inmediato de un “beneficio”. Y, en definitiva, eso es lo que importa. ¡Es lo único que importa! ¿Y la economía? ¿Y el crecimiento del país? No, eso claro que no. No trae votos.

SEGUNDO ACTO:

Han pasado algunos años, quizás varias elecciones ganadas. Dignas cosechas de un sistema diseñado especialmente para eso. Pero algo ha cambiado. En este Acto hay un clima distinto, un cierto aire a estancamiento, una cierta sensación de que los beneficios ya no llegan a todos. O que ya no tienen el mismo efecto. ¿A qué se debe esta nueva percepción? ¿Es la inflación, que empieza a deteriorar el poder adquisitivo, en forma un poco más notoria? ¿Es el descenso del empleo en el sector privado, quizás disimulado por el constante aumento del empleo público? ¿Es la constante necesidad de forzar alguna estadística que evidencie bonanza económica? ¿Es un poco de cada cosa? 

Aparecen entonces los asquerosos, abyectos e inmundos “enemigos del pueblo”.  Cualquiera sea el mal, ellos tendrán la culpa. Imposibilitado de poder seguir exhibiendo buenas noticias, es fundamental para el gobierno “re-encauzar” ese festivo clima de bonanza perdido en una cruzada contra los “enemigos del pueblo”, los verdaderos culpables del fin de la fiesta.  Este giro en la trama suele asumir la forma de una lucha épica, una especie de causa común que encolumna al pueblo de un lado y a los “traidores antipatria enemigos del pueblo”, del otro. Y es que ya aparecieron algunas voces críticas que empiezan a convencer, ante le evidencia empírica.  

Es en este Acto cuando suele producirse el mayor error del gobernante populista: no irse a tiempo. Su voracidad de poder lo impulsa a quedarse, y quedarse, y quedarse… Error.  Lo mejor ya pasó y no puede recuperarse. No queda más que inflación para distribuir entre los más vulnerables, y las únicas medidas que salen del poder (como respuesta torpe ante la realidad) son los controles de precios, las prohibiciones, las persecuciones. Y, por supuesto, un sin número de “excusas” para explicar el desabastecimiento de productos básicos.  

Con suerte, alguna elección misteriosa (que escapó de la manipulación fraudulenta) o un torpe golpe de estado, lo salvará y podrá volver en algún otro momento,  como un gran salvador. Pero, de no ser así, pasaremos al tercer y último Acto.    

TERCER ACTO:

El epílogo de un régimen, tal y como fue conocido. Ya las voces en contra desarman esa imagen de “representante monopólico” de la voluntad popular. Pese a la manipulación de medios de comunicación y de elecciones, y el acallamiento de la oposición por vías generalmente violatorias de la libertad de expresión; ya la situación de la economía  y, con ello, la situación social y política, entran en convulsión. En este punto, se torna difícil prever cómo evolucionará la situación. Dependerá, en cada caso, de cómo haya logrado sobrevivir la institucionalidad y la oposición política en los “años dorados”.

Evoluciones posibles son: el recrudecimiento de la “lucha contra el enemigo” hasta la previsible supresión de la democracia para “salvar al pueblo” de las garras de tan monstruoso como incorpóreo mal pero, también, el estallido de una insurrección popular, una guerra civil, un estado de caos más o menos extendido en el tiempo,  habitualmente con consecuencias devastadoras para el país en su conjunto. En este Acto, se cristalizan, en su dimensión más plena, todas las consecuencias típicas de las políticas populistas: crisis económica, desintegración social e institucional, un correlato de pobreza y miseria a un nivel extremo.

Se preguntarán por el final. Bueno, lo interesante es que cada caso tiene su propio final, aunque sí es seguro que siempre hay uno. Porque, como reza el dicho, “no hay mal que dure cien años”. Lo que no representa ninguna incógnita  es la consecuencia de este desenlace: su estela de miseria y destrucción… política, social, económica, cultural. Una involución ostensible que se pagará durante años.  Su estela de embrutecimiento y retraso dejará un pueblo confundido y aturdido y, así, librado a su propia suerte, le espera un camino de incertidumbre, casi siempre errático, en su lenta reconstrucción.  

Historia de una Canción

Nino Bravo
Nino Bravo

Nino Bravo fue un cantante español desaparecido prematuramente en un accidente automovilístico a los 28 años. A pesar de su corta edad, dejó inolvidables éxitos que todos hemos escuchado (aun cuando muchos no sepan que él fue quien los popularizó).  Pocos saben la historia que ronda una de sus canciones más conocidas: “LIBRE”.    

Gran impacto debe haber producido en Nino Bravo la historia de Peter Fetcher. Un obrero alemán de 18 años, cuyo trágico final lo convirtió en la primera víctima del Muro de Berlín. Peter planeó, junto con un amigo, su fuga de la República Democrática de Alemania (RDA). El 17 de agosto de 1962, esperaron que los guardias de alejaran para correr por la “zona de nadie” (así llamaban a la zona entre las alambradas, porque allí ninguna de las dos Alemanias tenía jurisdicción) y luego trepar la parte final, atravesando la última alambrada. Su amigo lo consiguió pero él quedó atrapado en el alambre de púa, y en ese momento, los guardias de la RDA abrieron fuego, hiriéndolo en la cadera. Yació desangrándose más de 50 minutos, durante los cuales nadie entró a socorrerlo por temor a que el otro lado abra fuego, aunque intentaron inútilmente arrojarle un botiquín desde el lado occidental. Finalmente, ingresó un guardia de la RDA y retiró su cuerpo sin vida, escena inmortalizada en la foto que ilustra este artículo.

Peter Fechter

Tiene casi veinte años y ya está
cansado de soñar
pero tras la frontera está su hogar,
su mundo y su ciudad.
Piensa que la alambrada sólo es
un trozo de metal,
algo que nunca puede detener
sus ansias de volar.

Libre
como el sol cuando amanece
yo soy libre
como el mar.
Libre
como el ave que escapó de su prisión
y puede al fin volar.

Libre
como el viento que recoge
mi lamento y mi pesar,
camino sin cesar,
detrás de la verdad
y sabré lo que es al fin la libertad.
Con su amor por bandera se marchó
cantando una canción,
marchaba tan feliz que no escuchó
la voz que le llamó
y tendido en el suelo se quedó,
sonriendo y sin hablar,
sobre su pecho flores carmesí
brotaban sin cesar.

Momento en que los guardias de la RDA retiran su cuerpo de la «zona de nadie»

Libre
como el sol cuando amanece
yo soy libre
como el mar.
Libre
como el ave que escapó de su prisión
y puede al fin volar.
Libre
como el viento que recoge
mi lamento y mi pesar,
camino sin cesar,
detrás de la verdad
y sabré lo que es al fin la libertad.

Libre
como el sol cuando amanece
yo soy libre
como el mar.
Libre
como el ave que escapó de su prisión
y puede al fin volar.
Libre
como el viento que recoge
mi lamento y mi pesar,
camino sin cesar,
detrás de la verdad
y sabré lo que es al fin la libertad.

El 9 de noviembre de 1989, 27 años después, Peter volvió allí.   Volvió convertido en miles de brazos que empuñaban picos y mazas, reduciendo a escombros el Muro en una noche. Todo sucedió ante la mirada atónita de los guardias, confundidos por representar a un gobierno en retirada y ante una imparable ola de libertad que no entendían.  Su alma y la de otros 270 que dejaron sus vidas en el intento, estuvieron allí, ese día. Y, finalmente, se supo lo que es al fin la libertad….

 

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