El filósofo austríaco Karl Popper (1902-1994) describió en 1945, durante la Segunda Guerra Mundial, en su libro “La sociedad abierta y sus enemigos”, la “paradoja de la tolerancia”. Esta dice que si una sociedad es ilimitadamente tolerante, su capacidad de ser tolerante finalmente será reducida o destruida por los intolerantes. Aunque parezca paradójico para mantener una sociedad tolerante, la sociedad tiene que ser intolerante con la intolerancia. Es decir, en nombre de la tolerancia, debemos reclamar el derecho a no tolerar las posturas intolerantes y dejarlas fuera de la ley. Ya que si no estamos preparados para defender una sociedad tolerante contra los atropellos de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y el fin de la tolerancia. Se refería a concepciones filosóficas que abandonan los argumentos por la violencia, que inciten a persecuciones como el nazismo, fascismo y el comunismo.
Una paradoja siempre nos inquieta y nos desafía a la reflexión porque es una idea extraña, opuesta a lo que se considera verdadero según la opinión general. Parece que va contra el sentido común, sería como una contradicción. En pocas palabras, nos hace dudar.
El punto es ¿A partir de cuándo los tolerantes creen que su seguridad y la de las instituciones están en peligro de perder la libertad? ¿Qué cantidad de comportamientos intolerantes se puede admitir? ¿Quiénes son los intolerantes que se debe silenciar con medidas punitivas? La labor de silenciarlos es del Estado y no de particulares, pero ¿estamos dispuestos a apoyar la medida? Es decir, ¿estamos de acuerdo que está justificado pegarle a un intolerante porque, voluntariamente, no va a subir al patrullero?
¿Se deben tolerar grupos religiosos que se benefician con una sociedad tolerante siendo, ellos mismos, intolerantes? Los parisinos conviven con musulmanes que ocupan un barrio, la policía no puede entrar donde rige la ley Sharia y no la del Estado francés. Hay cultos cristianos opuestos a que se enseñe la teoría de la evolución en las escuelas y atacan a los maestros. Y así podemos mencionar muchos ejemplos de este tipo.
“Pero el problema no es que haya distintas ideas, sino que una de ellas quiera ser hegemónica y oprimir a la demás.”
¿Son tolerables los fundamentalistas que gracias a la libertad de expresión, incitan al homicidio, la persecución, los secuestros, el uso de armas, el abuso, al terrorismo? En otras palabras, ¿son “aceptables” los mensajes de odio y la incitación a eliminar la pluralidad como en el caso del Ejército Islámico, dictaduras militares, neonazis, supremacistas blancos, comunistas como Corea de Norte, China y Cuba; que niegan las libertades individuales?
¿Hay que limitar las libertades de quienes no reconocen las libertades ajenas que conforman una sociedad libre? ¿Se debe respetar la libertad de expresión de extremistas que, si triunfan, suprimirían dicha libertad?

La paradoja nos muestra limitaciones de comprensión. La complejidad de la realidad y estado de crispación tal vez nos haga caer en la trampa de la intolerancia, transformándonos en un intolerante más. Pero el problema no es que haya distintas ideas, sino que una de ellas quiera ser hegemónica y oprimir a la demás. ¿Hay que proteger la libertad de fanáticos y antidemocráticos que ocultan sus intenciones?
Personalmente, creo que como ciudadano no puedo ser neutral. Si se mira con indiferencia o con romántica simpatía, solo estamos apoyando al futuro opresor. Los intolerantes pueden conquistar el sistema democrático sin dificultad, los alemanes lo aprendieron prohibiendo el partido nazi y lo venezolanos los están sufriendo.
¿Dónde trazo el límite de la tolerancia? Estimado lector, un debate abierto, debe invitar a la reflexión personal. Y en este caso, Ud. es el dueño de la conclusión.