Los 3 actos del Populismo

Vicios de Nuestra Región

¿Por qué es tan difícil para Latinoamérica entender una obra tan remanida? Tan llena de similitudes a lo largo de su geografía y, sobre todo, con un final tan anunciado. Bienvenidos al ciclo de 3 Actos del Populismo…

PRIMER ACTO:

Un gobierno populista llega al poder, seguramente, con un “líder carismático”, que se ha embanderado de todo tipo de slogans y promesas de grandes beneficios (sin explicar jamás de dónde se obtendrían los recursos para cumplirlos). Como si el Estado fuera una especie de fuente inagotable de bienestar y recursos, sólo bastaría con que sea comandado por un gobierno que “quiera distribuir esos beneficios”.  La ecuación es simple: “Nos votas a nosotros y te damos bienes, servicios y todas las cosas necesarias para tu vida, sin tener que pagar por ellas.  Los votas a “esos otros” (malos, perversos y egoístas) y no te darán nada”.

Y así, medidas “populistas” de por medio (léase: congelamiento de precios de los servicios públicos y otras tarifas, repartija de subsidios a mansalva y por cualquier razón, implementación de todo tipo de regulaciones y controles en beneficio de grupos amigos, etc.), empiezan a gobernar. El deterioro de la economía del país, en tanto sus variables más relevantes y a largo plazo, es evidente en términos de las inversiones, el ahorro interno, las exportaciones, el equilibrio fiscal, la inflación, etc. Pero esto… ¿a quién le importa? Vastos sectores de la población sienten el efecto inmediato de un “beneficio”. Y, en definitiva, eso es lo que importa. ¡Es lo único que importa! ¿Y la economía? ¿Y el crecimiento del país? No, eso claro que no. No trae votos.

SEGUNDO ACTO:

Han pasado algunos años, quizás varias elecciones ganadas. Dignas cosechas de un sistema diseñado especialmente para eso. Pero algo ha cambiado. En este Acto hay un clima distinto, un cierto aire a estancamiento, una cierta sensación de que los beneficios ya no llegan a todos. O que ya no tienen el mismo efecto. ¿A qué se debe esta nueva percepción? ¿Es la inflación, que empieza a deteriorar el poder adquisitivo, en forma un poco más notoria? ¿Es el descenso del empleo en el sector privado, quizás disimulado por el constante aumento del empleo público? ¿Es la constante necesidad de forzar alguna estadística que evidencie bonanza económica? ¿Es un poco de cada cosa? 

Aparecen entonces los asquerosos, abyectos e inmundos “enemigos del pueblo”.  Cualquiera sea el mal, ellos tendrán la culpa. Imposibilitado de poder seguir exhibiendo buenas noticias, es fundamental para el gobierno “re-encauzar” ese festivo clima de bonanza perdido en una cruzada contra los “enemigos del pueblo”, los verdaderos culpables del fin de la fiesta.  Este giro en la trama suele asumir la forma de una lucha épica, una especie de causa común que encolumna al pueblo de un lado y a los “traidores antipatria enemigos del pueblo”, del otro. Y es que ya aparecieron algunas voces críticas que empiezan a convencer, ante le evidencia empírica.  

Es en este Acto cuando suele producirse el mayor error del gobernante populista: no irse a tiempo. Su voracidad de poder lo impulsa a quedarse, y quedarse, y quedarse… Error.  Lo mejor ya pasó y no puede recuperarse. No queda más que inflación para distribuir entre los más vulnerables, y las únicas medidas que salen del poder (como respuesta torpe ante la realidad) son los controles de precios, las prohibiciones, las persecuciones. Y, por supuesto, un sin número de “excusas” para explicar el desabastecimiento de productos básicos.  

Con suerte, alguna elección misteriosa (que escapó de la manipulación fraudulenta) o un torpe golpe de estado, lo salvará y podrá volver en algún otro momento,  como un gran salvador. Pero, de no ser así, pasaremos al tercer y último Acto.    

TERCER ACTO:

El epílogo de un régimen, tal y como fue conocido. Ya las voces en contra desarman esa imagen de “representante monopólico” de la voluntad popular. Pese a la manipulación de medios de comunicación y de elecciones, y el acallamiento de la oposición por vías generalmente violatorias de la libertad de expresión; ya la situación de la economía  y, con ello, la situación social y política, entran en convulsión. En este punto, se torna difícil prever cómo evolucionará la situación. Dependerá, en cada caso, de cómo haya logrado sobrevivir la institucionalidad y la oposición política en los “años dorados”.

Evoluciones posibles son: el recrudecimiento de la “lucha contra el enemigo” hasta la previsible supresión de la democracia para “salvar al pueblo” de las garras de tan monstruoso como incorpóreo mal pero, también, el estallido de una insurrección popular, una guerra civil, un estado de caos más o menos extendido en el tiempo,  habitualmente con consecuencias devastadoras para el país en su conjunto. En este Acto, se cristalizan, en su dimensión más plena, todas las consecuencias típicas de las políticas populistas: crisis económica, desintegración social e institucional, un correlato de pobreza y miseria a un nivel extremo.

Se preguntarán por el final. Bueno, lo interesante es que cada caso tiene su propio final, aunque sí es seguro que siempre hay uno. Porque, como reza el dicho, “no hay mal que dure cien años”. Lo que no representa ninguna incógnita  es la consecuencia de este desenlace: su estela de miseria y destrucción… política, social, económica, cultural. Una involución ostensible que se pagará durante años.  Su estela de embrutecimiento y retraso dejará un pueblo confundido y aturdido y, así, librado a su propia suerte, le espera un camino de incertidumbre, casi siempre errático, en su lenta reconstrucción.