Ludwig Erhard: Arquitecto de un Milagro

El milagro alemán, es una frase repetida hasta el cansancio. Curiosamente, para muchos es la obra de "un pueblo disciplinado". Algo así como un reflejo económico de la voluntad de un pueblo. Pero la realidad es bien diferente. En este artículo de Lawrence W. Reed descubriremos que es el milagro de un hombre y de una idea.

Este Artículo fue originalmente escrito para FEE- Fonudation For Economic Education (www.fee.org)

Qué raro y alentador es que los poderosos comprendan las limitaciones del poder, que decidan no ejercerlo y que se lo devuelvan a la miríada de individuos que componen la sociedad. George Washington era uno de ellos. Cicerón fue otro. También Ludwig Erhard, quien hizo más que cualquier otro hombre o mujer para desnazificar la economía alemana después de la Segunda Guerra Mundial. Al hacerlo, dio a luz una milagrosa recuperación económica.

«En mi opinión», confió Erhard en enero de 1962, «el poder es siempre aburrido, es peligroso, brutal, e incluso bobo».

L. Erhard y Konrad Adenauer

Alemania era un completo desastre en 1945 -derrotada, devastada, dividida y desmoralizada- y no sólo a causa de la guerra. Los Nazis, por supuesto, eran socialistas (el nombre deriva del Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores), por lo cual, durante más de una década, la economía había sido «planificada» desde la cima del gobierno. Los alemanes vivían atormentados por controles de precios, racionamiento, burocracia, inflación, amiguismo, cárteles, mala asignación de los recursos y control gubernamental de las principales industrias. Los productores hacían lo que los planificadores les ordenaban. El servicio al estado era lo prioritario.

Treinta años antes, un adolescente Ludwig Erhard escuchaba a su padre defender los valores liberales clásicos, en discusiones con compañeros de negocios. El anciano Wilhelm, empresario bávaro de ropa y productos de almacén, se oponía activamente a la creciente cartelización de la economía alemana por parte del káiser. El biógrafo de Erhard, Alfred C. Mierzejewski, escribe sobre el padre de Ludwig,

“Aunque de ninguna manera rico, se convirtió en un miembro de la sólida clase media que se ganaba la vida trabajando duro y satisfaciendo la creciente demanda de los consumidores de la época, en lugar de “hacer lobby” para obtener subsidios o protección del gobierno, como hacían muchos Junkers para preservar sus granjas y muchos industriales para defenderse de la competencia extranjera.”

Al joven Ludwig le molestaban las cargas que el gobierno imponía a los empresarios honestos e independientes como su padre. Desarrolló una pasión de por vida por la libre competencia de mercado porque entendió lo que F.A. Hayek expresaría tan bien veinte años más tarde, en la década de 1940: «Cuantos más planes estatales, más difícil se vuelve la planificación para el individuo».

Gravemente herido en Bélgica en 1918, por un proyectil de la artillería aliada, los valores liberales de Ludwig se fortalecieron debido a su experiencia en la sangrienta y fútil Primera Guerra Mundial. Después de la tumultuosa hiperinflación que se apoderó de Alemania en la posguerra, Ludwig obtuvo un doctorado en economía, se hizo cargo de la empresa familiar y, finalmente, dirigió un instituto de investigación de mercado, que le brindó la oportunidad de escribir y hablar sobre cuestiones económicas.

El ascenso al poder de Hitler en la década de 1930 perturbó profundamente a Erhard. Se negó a tener nada que ver con el nazismo o el Partido Nazi, incluso apoyando silenciosamente la resistencia al régimen a medida que pasaban los años. Los nazis se encargaron de que perdiera su trabajo en 1942, cuando escribió un artículo que expresaba sus ideas para una economía libre de posguerra. Pasó los pocos años siguientes como consultor empresarial.

En 1947, Erhard logró la presidencia de una importante comisión monetaria. Esto resultó ser un trampolín vital hacia el puesto de director de economía del Consejo Económico Bizonal, una creación de las autoridades de ocupación estadounidenses y británicas. Allí finalmente pudo plasmar sus ideas en políticas concretas y transformar a su país en el proceso.Para entonces, las creencias de Erhard ya se habían consolidado en convicciones: La moneda debe ser fuerte y estable. El colectivismo era un absurdo mortífero que estrangulaba al individuo creativo. La planificación centralizada era una artimaña delirante. Las empresas estatales nunca podrían ser un sustituto aceptable de los dinámicos mercados empresariales competitivos. La envidia y la redistribución de la riqueza eran funestos males.

“Es mucho más fácil dar a todos una porción más grande de una torta en constante crecimiento”, dijo, “que ganar más en una lucha por la división de una torta pequeña, porque en tal proceso, cada ventaja para uno es una desventaja para otro.»

Erhard abogó por la competencia justa y sin favoritismos. ¿Su receta para la recuperación? El estado establecería las reglas del juego y así dejaría a la gente en libertad para sacar a la economía alemana de su estancamiento. El fallecido economista William H. Peterson revela lo que sucedió a continuación:

En 1948, un domingo de junio en pleno verano, sin el conocimiento ni la aprobación de las autoridades de ocupación militar aliadas (que por supuesto estaban fuera de sus oficinas), el ministro de Economía de Alemania Occidental, Ludwig Erhard, decretó unilateral y valientemente que se eliminaba el racionamiento y los controles de precios y salarios e introdujo una nueva moneda fuerte, el Marco Alemán. El decreto entró en vigor de inmediato. Erhard dijo al asombrado pueblo alemán: «Ahora su único cupón de ración es el Marco».

Las autoridades estadounidenses, británicas y francesas, que habían nombrado a Erhard para su puesto, estaban horrorizadas. Algunos lo acusaron de haberse excedido más allá de sus poderes definidos y que por eso debería ser removido. Pero el documento ya estaba hecho. El comandante general de los Estados Unidos, Lucius Clay, le dijo: «Herr Erhard, mis asesores me dicen que Ud. está cometiendo un terrible error». «No los escuche, general», respondió Erhard, «mis asesores me dicen lo mismo».

El general Clay protestó porque Erhard había «alterado» el programa de control de precios de los Aliados; pero Erhard insistió en que no había alterado los controles de precios en absoluto. Simplemente los había «abolido». En las semanas y meses siguientes, emitió una tormenta de órdenes de desregulación: Redujo drásticamente los aranceles. Aumentó los impuestos al consumo, pero los compensó con creces con una reducción del 15 por ciento en los impuestos sobre la renta. Al eliminar los desincentivos para ahorrar, generó una de las tasas de ahorro más altas de todos los países industrializados. Alemania Occidental estaba inundada de capital y crecimiento, mientras que la Alemania Oriental comunista languidecía. El economista David Henderson escribe que el lema de Erhard podría haber sido: “No te quedes sentado tranquilo: desregula algo».

Los resultados fueron asombrosos. Como escribe Robert A. Peterson:

De las ruinas de la guerra, a la pujante industria alemana en 10 años de una reconstrucción increible.

“Casi de inmediato, la economía alemana recobró vida de un salto. Los desempleados volvieron al trabajo, la comida reapareció en los estantes de los comercios y se destrabó la legendaria productividad del pueblo alemán. En dos años, la producción industrial se triplicó. A principios de los 60, Alemania era la tercera potencia económica más grande del mundo. Y todo esto ocurrió mientras Alemania Occidental asimilaba a cientos de miles de refugiados de Alemania Oriental.  Fue un ritmo de crecimiento que eclipsó al de los países europeos que recibieron mucha más ayuda del Plan Marshall que Alemania.”

El término “milagro económico alemán” era ampliamente utilizado y entendido mientras sucedía en la década de 1950 ante los ojos del mundo; pero el propio Erhard nunca pensó en él como tal. En su libro de 1958, Prosperity Through Competition (Prosperidad a través de la Competencia), opinó: “Lo que ha ocurrido en Alemania … es todo menos un milagro. Es el resultado de los esfuerzos honestos de todo un pueblo que, de acuerdo con los principios de la libertad, tuvo la oportunidad de utilizar su iniciativa personal y la energía humana”.

Las tentaciones del estado de bienestar en la década de 1960 descarrilaron algunas de las reformas de Erhard. Sus tres años como canciller (1963-1966) fueron menos exitosos que su mandato como ministro de Economía. Pero su legado se forjó en la década y media que siguió al final de la guerra. Siempre respondió a la pregunta: «¿Qué se debe hacer con una economía en ruinas?» con la receta simple, probada y definitiva: «Libérala».

Para obtener información adicional, consulte:

David R. Henderson sobre el » milagro económico alemán «

Ludwig Erhard de Alfred C. Mierzejewski: una biografía

Robert A. Peterson sobre «Los orígenes del milagro económico alemán «

Richard Ebeling sobre «El milagro económico alemán y la economía social de mercado»

William H. Peterson sobre “¿Más dólares salvarán el mundo?»

Vídeo: «Ludwig Erhard y el milagro económico alemán»

Escrito originalmente para FEE-Foundatio For Economic Education. Verisón Original:  Ludwig Erhard: Architect of a Miracle

Traducido y revisado por Alicia Chediak ([email protected])