La Matemática de la Muerte

Ayer, la Argentina llegó a los 578 muertos por millón por Covid-19, sobrepasando a Suecia, el país que el presidente Alberto Fernandez presentó como ejemplo de camino equivocado. Hace dos meses publicamos un artículo donde esbozábamos que esta situación podía llegar a suceder (véase «El riesgo de politizar la biología«).   En dicho artículo puntualizábamos esa extraña manía moderna de computar estadísticas y ordenar tablas de posiciones, al mejor estilo de una competencia deportiva, con los impactos en enfermos y vidas humanas.   En el mismo, decíamos que la falsa alternativa entre la “vida” y la “economía” podía terminar en el peor de los resultados: una perdida importante de vidas y una destrucción económica superlativa.

Hoy, el futuro devino en presente, y la realidad nos golpea con una contundencia que enmudece, aún teniendo cuenta que podía ser lo más previsible.  Y eso es porque la estadística ya no es un número que miramos por televisión.  Ya todos tenemos algún allegado que sufrió la enfermedad y/o que ha fallecido por causa de ella.  Ya los números no son una tabla de posiciones, son una realidad dura y penosa. Adicionalmente, a esta altura, todos hemos sufrido algún tipo de impacto económico por la situación de cuarentena.  Algunos mucho, otros poco. Pero a todos nos impactó de alguna manera.

¿Qué pasó?   ¿Como se explica que nos haya ido tan mal, incluso en la comparación con nuestros vecinos limítrofes? ¿Qué extraño designio nos castiga?

Para entenderlo vamos dividir la pregunta en dos partes:  ¿Qué pasó?  Y ¿Por qué nos pasó? .

¿Qué pasó?

La respuesta la da la simple matemática.  Con un recorrido de 8 meses de pandemia y viendo el desarrollo que ha tenido en todos los países del mundo, podemos entender como se ha dado su dinámica hasta el momento, y así poder establecer algunas diferencias entre distintos países.

Para explicarlo desarrollamos un modelo matemático simple de dos países.  El país A (figura A) con una desarrollo explosivo de la enfermedad (25 semanas) y un desborde de la atención hospitalaria durante 4 semanas en el epicentro de la pandemia.    En el país B (figura B), donde se realizó una cuarentena muy estricta desde el inicio, se dio un desarrollo mas expandido en el tiempo (50 semanas), y no se verificó desborde de la atención hospitalaria.  En ambos casos tomamos una incidencia de muertes del 2,7 % de los infectados, triplicando esta cifra en el momento del desborde de la atención hospitalaria.   En otras palabras, graficamos dos países distintos, uno donde no se tomaron medidas profundas para evitar el contagio y la propagación, y otro donde si se llevaron a cabo esas medidas (como podría ser la Argentina).   En el primero, la enfermedad evolucionó,  tuvo su pico y descenso en un lapso de  25 semanas,  en el otro fue mas lento (tardó el doble).

                                                         Figura A                                                             Figura BAunque a simple vista podría parecer lo contrario,  la superficie “negra” del grafico A (cantidad de muertes) es menor que la del grafico B.   La conclusión es que en el primer caso, si bien hubo un desarrollo mas rampante e implicó un déficit de atención hospitalaria, que durante un lapso aumentó la mortalidad de la enfermedad, en realidad fue durante un corto período.  En el caso de la figura B, nunca alcanzaron a estar hospitalizados al mismo tiempo tanta cantidad de gente. No vivieron el dramático espectáculo de hospitales abarrotados con pacientes que no se podían hacer atender.   Los enfermos desfilaron en forma mas ordenada por el sistema de salud, pero por mas tiempo. Con lo que, sin la misma espectacularidad, terminó falleciendo mas gente. Y esto es por el simple hecho de que duró mas la pandemia.

Porque nos pasó

Bien, hasta aquí explicamos la cruda matemática.  Con los datos del diario de ayer, es decir, sabiendo como se desarrolló la pandemia. Lo que vemos, claramente, es que ante una enfermedad que no tiene vacuna (no se puede actuar preventivamente) y no se tiene un tratamiento, lo más eficaz para evitar la mayor cantidad de muertes, es que se desarrolle lo más rápido posible. Que venga, pase y se vaya en el menor tiempo.

Bueno, pero ¿quién podía entender esto en marzo? Nadie.  ¿Quién podía saber que si se desarrollaba más rápido,  habría en el futuro un punto de inflexión y una disminución? ¿Y quien podía saber que tan rápido y lenta iba a ser esa disminución? Nuevamente, nadie.

Y esto es lo más triste, porque lo irremediable de la muerte no puede mas que exponernos frente al error de forma cruel.

Y en junio, 3 meses después, estas preguntas tenían la misma respuesta.  Bueno, ya en ese momento existían indicios precisos del recorrido que hacía la enfermedad.

Hasta ahora sabemos que la cuarentena actuó en forma categórica dilatando el avance de los contagios. Claramente, la cuarentena es una medida anti-contagios, anti-propagación.   Quizás, la única medida razonable ante un desconocimiento de la gravedad y efectos de la enfermedad. Pero definitivamente una estrategia basada en la no-diseminación del virus.

Aquí es donde conviene entender las mayores diferencias entre las estrategias elegidas por los países. Algunos, parecen haberse centrado en ir midiendo el tema del desborde hospitalario, mientras que otros, solo parecían estar centrados en que la gente no se contagie.  La Argentina, claramente está dentro de este segundo grupo que ve como un problema el contagio (contagiarse no es lo mismo que enfermarse, que quede claro).  Esto evitó la inmunización de la población de manera que luego de 7 meses de iniciada la pandemia, Argentina está desarrollando en pleno el proceso de difusión y contagio en la población, en una curva mucho mas larga que la de otros países.  La estrategia de evitar los contagios terminó por estirar los plazos, y de esa forma, terminamos teniendo mayor cantidad de muertes incluso que muchos países que tuvieron dificultades serias en la atención hospitalaria.

¿Pudo ser diferente?

¿Podía el gobierno haber tomado otros caminos? ¿Era eso prudente y razonable? Bueno, quizás parados en el mes de marzo, no.  Pero parados en junio, sin duda, la cantidad de voces y realidades en el resto del mundo ya permitían inferir que había que analizar otras estrategias.   Y esto es lo más triste, porque lo irremediable de la muerte no puede mas que exponernos frente al error de forma cruel.  Quizás, el gobierno debió haber escuchado otras voces, que a esa altura ya gritaban muy fuerte.

De frente al futuro

Quizás, ahora que ya sucedió y la verdad habla por si sola, bien podríamos preguntarnos por la responsabilidad de los funcionarios que continuaron empecinadamente con la misma estrategia.   Ese empecinamiento ha costado ya mas de lo que debía costar.  En términos de vidas, y en términos económicos.  Ya no hay mas un presidente en conferencia de prensa, con preguntas abiertas.  La exposición ya no es conveniente.  Y su discurso parece ser un discurso que se lo da a si mismo.  Un “auto-oyente” solitario al cual nadie puede dar mas crédito.

¿Seguiremos los argentinos siendo testigos de un relato falaz? ¿Habrá alguna reacción de nuestras instituciones para denunciar, y hacer pesar sus responsabilidades a quienes actuaron con la mezquindad de la política, cuando había que actuar con el realismo de la biología y las ciencias estadísticas?

Tengo la convicción de que habrá un tercer artículo sobre el tema. Y solo anhelo que sea la mejor de las noticias: la noticia de que, en la Argentina, el Covid-19 ya es historia. Por ahora, solo puedo mostrar la lamentable proyección de la tabla mostrada en nuestro anterior artículo, el 15 de agosto:

Fuente propia