Para ver el primer artículo: El Humor Político Grafico – Parte I
El período que va de 1955 a 1983 está lleno de avatares en la historia argentina. Es probablemente el momento de mayor inestabilidad política e institucional el País. Los gobiernos se sucedían uno tras otro, con un promedio no mayor de 2 años. Gobiernos “civiles” (¡como se decía en ese momento a los gobiernos constitucionales!), gobiernos militares, pseudo gobiernos constitucionales, pseudo golpes de Estado, etc. En ese clima aparecen dos humoristas singulares: Juan Carlos Colómbres (mas conocido como “Landrú”) y llega al país Geoffrey H. Coling (conocido por su seudónimo “Horatius”).
De alguna manera, centrarnos en solo dos de los innumerables humoristas argentinos de aquella época es cometer una injustica. Tomamos a ambos porque, probablemente hayan explotado la contradicción argentina como pocos y representan fielmente es visión crítica del humor político.
Landrú
Desde la elección de su seudónimo (Henri Désiré Landru fue un conocido asesino serial francés de principios del siglo XX), Juan Carlos Colómbres desafió al público con su irreverencia e ironía. En el período post-peronista se habilitó nuevamente libertades que habían sido reprimidas en los anteriores 13 o 14 años. Junto con la libertad de prensa, renace el humor político. Es en esos años cuando, con la creación de la revista “Tía Vicenta”(uno de sus tantos personajes, representantes de todo un arquetipo nacional), en 1957, Landrú comienza su mejor época.
En la tradición de “Caras y Caretas”, esta revista llegaría a tener una difusión notable. Sus caricaturas de los políticos de la época (siempre representados de una la misma forma, lo cual producía una identificación instantánea en el lector), será un verdadero éxito. Adicionalmente, el formato de la revista permite que su humor escape a la mera caricatura, con secciones fotográficas (en general tomaba fotografías antiguas y explotaba mucho lo “demodé”); y secciones con textos donde lo desopilante pasaba por el juego de palabras, la contradicción y la interpretación equivoca de tendencias modernas por parte de personajes anticuados.
Landrú estableció una “marca registrada” de sus personajes: el señor del “bigote antiguo y cuello duro”, típico de principios de siglo XX, la señora con sombrero y lentes impertinentes; y el infaltable gato que mira siempre la escena.
Pero el tiempo pasa y los vaivenes de la política de aquel momento, hacen que en 1966 la revista “Tía Vicenta” fuera prohibida. El presidente de facto Juan Carlos Onganía había sido representado varias veces con su pluma, pero antes de que tuviera el poder absoluto. Luego del golpe de estado, Landrú imaginó los espesos bigotes Onganía como los bigotes de una morsa, y así los inmortalizó en la tapa de la revista. Fue el último ejemplar que salió a la calle.Landrú continuó con otras publicaciones (no tan populares como Tía Vicenta), e incluso Tía Vicenta tuvo una segunda época en la década del 70. Sus participaciones en los diarios de mayor tirada nacional lo mantuvieron vigente hasta la primera década del siglo, siempre fiel a su estilo. Falleció en 2017, ya alejado de la actividad.
Horatius
Geoffrey Horace Coling toma el Latín de su segundo nombre como seudónimo. Y es así como se lo conoce. Muy poco se sabe de él dado que, quizás por personalidad, o quizás voluntariamente, optó por el bajo perfil personal. Como todo gran artista y creador, nos dejó su obra como protagonista absoluto de él mismo.
Horatius llegó a la Argentina en 1959, ya formado en el oficio de humorista en su Inglaterra natal, y en Holanda. Trabajó para el diario Crítica, Vea y Lea, el Buenos Aires Herald, La Prensa, Revista Humor; entre otros. Quizás, el hecho de que no haya tenido una publicación propia (como en el caso de Landrú), hace que hoy no tenga un justo reconocimiento público en relación al protagonismo que tuvo en el humor gráfico. En especial, entre principios los 80 y principios de los 90, a través de sus inolvidables caricaturas en el diario La Prensa.
Horatius fue un observador de la idiosincrasia de los argentinos. Desprovisto de la “mochila argentina”, captó como nadie nuestras contradicciones. Sus caricaturas pueden revelar en un solo dibujo la “confusión argentina” como nadie. Él hará de esa confusión, su sello particular en el humor. Nos muestra en forma descarnada lo que nuestra ceguera local no puede ver. Aquello que es obvio para resto del mundo, pero no para los argentinos. La capacidad de establecer relaciones desopilantes entre dos noticias del día que son inconexas hace de Horatius un humorista realmente genial.
Al igual que Landrú, tenía una galería de estereotipos que aparecían reiteradamente. Multitudes con expresiones de alegría desorbitada (mezclando futbol con política, tan tipicamente argentino), las “señoras bien” haciendo comentarios que reflejan la incomprensión de lo que está pasando; todo ello nos muestra un reflejo certero y sagaz de la sociedad que él veía.
Su sátira, desarticula el relato político como nadie, en un solo trazo. Expone los hechos como son, con su sentido real, sin la necesidad de un minucioso análisis político de una pagina completa del diario. Lo hace en un comentario de un espectador a otro, mientras observan a un personaje de la actualidad en una escena disparatada.
Geoffrey Coling falleció en el 2006. Vaya para el inefable Horatius este sentido homenaje del joven lector que fui, uno de los muchos que nos descostillábamos de risa leyendo en familia sus chistes, que enseñaban a mirar la realidad con una visión crítica y no con el discurso engañoso de la política local.
En los próximos artículos de esta serie abordaremos la situación mas actual del humor político gráfico, en especial, como se ha traslado a las redes y sus efectos.
La Asociación Libertaria Argentina agradece a Andres Coling, por facilitar el acceso a los originales de la obra de su padre y permitir su publicación en nuestro medio. Sin este valioso aporte hubiera sido imposible producir esta reseña.
Para ver el primer artículo: El Humor Político Grafico – Parte I