Oscureciendo el Debate: Argumentos ad Hominem

Argumentos ad hominem

Programas de televisión orientados al raiting, con no muchos panelistas, con no mas de 20 segundos de participación por vez cuyo único objetivo es el «golpe de efecto»

En una situación de discusión, sea esta de manera protagónica o como simple espectador, en el trabajo, en la universidad, en familia, con amigos, etc.; o hasta inclusive y sobre todo en los medios de comunicación; es importante reconocer el uso de esta falacia tan habitual. Ante el deber de las partes de argumentar de manera puntual, para que, ellos o quienes escuchen, puedan llevarse algo importante a cambio, lo único que se intenta es doblegar al otro. No es un intento por mejorar la sociedad en ese punto en particular, sino que los demás sepan quién manda. Por partido político, por número de simpatizantes, por rating televisivo, etc. Y que mas fácil para ello que la descalificación del oponente.  Es mas fácil que argumentar.  Tiene mas efecto.  Hace el GOL ahí, ¡en el momento!

Ante una situación de crisis, de conflicto, no creo que seamos una sociedad (y aquí ya lo digo como argentino) de desmenuzar un tema para encontrar la solución. La vorágine del “quien manda” se lo lleva todo. Es el único gol válido, daría la impresión. Estamos acostumbrados a restarle importancia al punto en cuestión, y centrarnos en quienes están de cada lado.

“- Esto no es fútbol…” se suele decir, tanto en los ambientes políticos, periodísticos, y académicos.  Futbolizar todo acontecimiento es erróneo. Echarle la culpa a esa actividad como diciendo “viene de allí”, no es nuestro, es sacarse la culpa ante nuestra incapacidad para debatir razonablemente. Una legitimación de la pobreza en el intercambio de ideas.

Desde que, el filósofo inglés John Locke clasificara cierto tipo de juicios como argumentum ad hominem —argumento dirigido a la persona—, éstos se han entendido en muchos casos como la forma de falacia más común.

Se incurre en el argumentum ad hominem cuando se tergiversa un argumento válido y se afirma que “x” es una proposición falsa porque la persona que la afirmó tiene algún defecto atacable, en lugar de verificarse la veracidad de “x”. En otras palabras, cuando en lugar de ocuparse de la validez de la proposición, se hace una crítica moral al interlocutor. La falacia, entonces, consiste en eludir el tema y dar solo una opinión personal irrelevante sobre la moralidad del otro.

No debe confundirse esta falacia con su opuesta: argumentum ad verecundiam (o argumento de autoridad).  Esta ocurre cuando un profesional o autoridad académica o técnica da como razón sobre un argumento, el hecho de haber estudiado una carrera universitaria o bien sus credenciales o autoridad académica. Por ejemplo: “Te lo digo yo, que soy abogado”.  Nuevamente en esta falacia no se analiza el argumento en sí. Se da por aceptado solo por quien la sostiene. De la misma manera que en la falacia “ad-hominem” se da por inaceptable también por quien la sostiene.

Quien ataca a la persona sin reconocer la veracidad del mensaje, es debido a que se centra en la camiseta del equipo.  Es una manera de tergiversar la realidad.  Es la manera predilecta del populismo que hoy en día padecemos en nuestro país. Ese populismo que empieza por borrar la lógica de cada uno de nosotros, para imponer luego en todo ámbito de la sociedad, slogans tan fáciles como vacíos.

En nuestro país nos debemos un nivel de conversación diferente. Un debate honesto intelectualmente. Sin chicanas que oculten lo que no puede justificarse racionalmente. Que eduquen y generen responsabilidad en los comunicadores.

Seamos espectadores exigentes y sedientos de argumentos racionales. Obliguemos y obliguémonos a un debate elevado.