Liberalismo Radical y Liberalismo Republicano

El liberalismo tiene varias vertientes o ramas. Todas reconocen la idea de la libertad del individuo como su aspecto central. Sin embargo, hay posiciones diversas en cuanto al rol y misión del Estado. En este artículo exploramos la discusión que se ha transformado casi en una nueva "grieta" en los últimos tiempos para el espacio liberal.

Existe un consenso generalizado en el liberalismo que los principios rectores de la filosofía liberal son el derecho a la vida, el derecho a la libertad y el derecho a la propiedad. Donde no existe consenso generalizado es la forma en que estos principios se interpretan en las distintas vertientes filosóficas y materiales. Es decir, cada expresión del liberalismo suele organizar sus postulados en función de estos derechos de distintas maneras y en distintos grados, destacando entre ellas lo que se denomina como Liberalismo Radical o Anarquismo Liberal.

Al igual que otras tendencias políticas, esta vertiente del liberalsimo adopta una fuerte simbología.

Esta vertiente, considerada a sí misma como la versión “pura” del liberalismo, reconoce exclusivamente en el individuo y en la expresión de esa individualidad exenta de externalidades, como la única forma válida de la filosofía Liberal, prescindiendo así de cualquier tipo de estructura colectiva que “limite” o “condicione” al individuo.

Así vemos como se pregona una lucha sin cuartel contra las instituciones tradicionales y las más novedosas, por considerarlas fuente de adoctrinamiento y condicionante de la persona.

Entendemos que es válido expresar al liberalismo en esos términos, en tanto sepamos que se plantea sobre  postulados absolutos que difícilmente tengan luego correlato con la realidad empírica. Partir de principios filosóficos absolutos y proyectarlos ad infinitum constituye la base del adoctrinamiento, sea del origen que sea. El fanatismo y el dogmatismo no son ajenos a ningún tipo de ideología o pensamiento: solo el individuo puede evitarlo a través de su aprendizaje, de la observación crítica del mundo y de sí mismo.

Eliminen al Estado

La génesis de la demonización del Estado, principio fundacional del liberalismo radical, se encuentra en la idea de que todo monopolio es malo por naturaleza. Luego, al ser el Estado una expresión del monopolio de la fuerza, debe combatirse hasta su desaparición.

Este razonamiento presenta dos desafíos:

    • En primer lugar, la entidad “Estado” no existe como manifestación pura, se corresponde con un conjunto de actores, recursos, instituciones y relaciones específicas, por lo que en teoría detenta un “monopolio” que en la práctica, no es tal
    • En segundo lugar, la alternativa extrema del individuo como soberano absoluto de sí mismo, ¿no es acaso una forma de monopolio?

Por otro lado, dejar al “libre mercado” como institución modelo para la regulación de las relaciones sociales es tan absurdo como pretender que el estado regule las relaciones comerciales.  El mercado como institución ha sido concebida y perfeccionada para ser eficiente en la gestión de las relaciones económicas y laborales.

Paradójicamente, los actores, procesos y resultados que involucran a las funciones del libre mercado necesitan inexorablemente de estructuras colectivas para funcionar de manera eficiente. Y si proyectamos esa eficiencia en un modelo de escala, es probable que gran parte de las relaciones económicas devengan en formas monopólicas u oligopólicas, no de origen político, sino técnico – económico. Puede darse que se generen mercados ineficientes hasta de manera fortuitas, como por ejemplo, que un grupo limitado de actores controle ciertos recursos escasos por obra del azar, la casualidad o la disponibilidad.

De esta manera, ¿el mercado está exento que sus actores busquen formas de acceder a la idea de poder absoluto?

Seguidamente se expresa que solo el comercio es el motor del progreso, fundamentándose en las relaciones de cooperación que genera, redundando en un ciclo de prosperidad. Sin embargo, pretender que la actividad comercial no está exenta de conflictos, ambiciones o sentimientos oscuros es sobreestimar el papel del intercambio oneroso como actividad humana.

Individuo y Sociedad

Es verdad que las guerras las hacen los estados, pero no pocas veces los intereses económicos han movido esos resortes. Por último, reflexionemos:

    • ¿No son acaso los mismos humanos quienes actúan en los estados y en el comercio?
    • ¿Es lógico esperar actitudes absolutamente diferentes por el solo hecho de actuar en entornos diferentes? ¿Es posible que el mismo individuo que actuando en el marco de las instituciones estatales es traicionero, conflictivo e improductivo, se convierta por arte de magia en un ser transparente, cooperativo y eficiente?
    • ¿No somos al mismo tiempo seres políticos y económicos?

Si bien es innegable que el liberalismo en esta vertiente se nos presenta como una tradición filosófica muy rica e importante, no podemos negar que a la hora de proponer acciones reales y realizables, se encuentra limitada e interpelada por la naturaleza individual y colectiva que tiene el ser humano. Acaso nuestra naturaleza no es individual y colectiva al mismo tiempo y no tiene sentido prescindir una de la otra.

Si todos los intentos de formar estados sin individuos fracasaron, ¿no es un tanto absurdo querer materializar al individuo sin estado?

Creemos que la clave sigue siendo el individuo, pero también es necesario reconocer que el ser humano que constituye el sujeto de estudio de esta corriente presenta una composición individual y colectiva coexistente, simultánea e indivisible que debe tomarse en cuenta. Tal vez el desafío sea la articulación de estas dos dimensiones para que se ajusten de la mejor manera posible, en cada comunidad, para cada momento histórico.

Organizado a partir de las ideas de Libertad, Igualdad y Fraternidad, incorporando los principios de equidad y razonabilidad, la respuesta concreta aportada por el liberalismo es el Republicanismo, a través de sus cuatro programas centrales:

    • El programa político, expresado a través de los principios e instituciones democráticas
    • El programa social, fundamentado en los planes educativos y científicos, a la luz de la idea de progreso y prosperidad.
    • El programa institucional: el constitucionalismo
    • El programa económico, a través de la economía de mercado, o lo que comúnmente se conoce como “capitalismo”
Estado…..de equilibrio

Si el liberalismo radical niega la posibilidad del estado moderno por considerarlo inviable para el individuo, necesariamente deberá proponer otra estructura colectiva que lo reemplace. Es imposible que el ser humano perviva solo de su individualidad. Así mismo, deberá ser una propuesta institucional que trascienda al mercado, por ser una institución limitada para dar respuesta a la complejidad natural del ser humano, más allá de su rol de actor económico.

Claramente el problema hoy es la ruptura de nuestra conciencia individual para dar paso a una colectiva de calidad inferior. Pero como liberales, no estamos exentos de cometer los mismos errores si entronizamos al individualismo como valor absoluto, cometiendo aquellos pecados que buscamos evitar.

Negar la naturaleza individual del ser humano es absurdo, así como querer extirpar su dimensión colectiva.  Todo individuo se construyó siempre a partir de una entidad colectiva (elegida o heredada) que lo define, moldea y de la cual también depende, en parte, nuestra subsistencia y desarrollo: Comenzando por nuestra familia, pares y referentes, llegando hasta el Estado, podemos modificar esa realidad, pero no suprimirla totalmente.

Debemos entender que el Liberalismo Radical es sólo una forma, de las tantas que hay. Considerarla como la única, la pura o la verdadera forma del liberalismo no sólo es utópico, sino dogmático y peligroso, porque deja fuera a grandes pensadores, ideas y hacedores que se reconocen a sí mismo como liberales. Además, genera una erosión en las bases liberales imposibilitando la concreción política de los proyectos republicanos y la realización de la visión liberal en el mundo real.

El autor es Licenciado en Relaciones Públicas, Egresado del Doctorado en Relaciones Internacionales. Docente universitario de las materias Metodología de la Investigación en Comunicación, Planificación de Relaciones Públicas, Política Contemporánea. Experto en gestión de establecimientos educativos de educación superior