Dioclesiano y el «paleo-peronismo»

Quizás parezca extraño, pero el peronismo existe desde mucho antes que Perón. Si es un reciente descubrimiento basado en sólidas pruebas. Se trata de uno de los mas importantes Emperadores de Roma, cuyo gobierno de unos 20 años (284 al 305 D. d C.) tuvo una impronta “familiar” para los argentinos.

Proveniente de las filas del ejército, ascendió al trono en forma oportunista. Su acción de gobierno se caracterizó por una entronización de su figura como la de un “salvador”. Se apropió de logros de sus predecesores, intentando borrar la verdad histórica, y sustituyéndola por falsedades para vanagloriar su imagen de “restaurador” de la paz y la estabilidad, por comparación con las “oscuras épocas” anteriores.  El culto a su persona (y la de sus Co-Emperadores nombrados por él) fue acompañado por una nueva imagen cuidadosamente diseñada para resaltar su poder absoluto.

Diocleciano adoptó el uso de coronas de oro y joyas

Reabrió grietas reanudando la persecución a los cristianos. Subvirtió las instituciones, generando un nuevo orden autocrático con prescindencia del Senado.  Además, dividió a su corte por funciones de gobierno (inaugurando algo así como ministerios) y fraccionó la administración del imperio en unidades territoriales mas pequeñas, duplicando la cantidad de gobernadores locales, y consecuentemente la cantidad de funcionarios.  Esto últimos crecieron en forma notable, lo que unido a un crecimiento muy importante de la cantidad de soldados, y un programa de obras públicas al mejor estilo “Plan Quinquenal”, cambió drásticamente la necesidades de financiamiento del Estado.

Esta nueva necesidad de fondos para el Estado lo llevo a crear una reforma impositiva, generalizando los impuestos y elevándolos.  En definitiva, aumentó la presión tributaria de manera agobiante.  Esto expandió aún mas una importante burocracia “controladora”, para garantizar la afluencia de recursos desde todo el imperio.

El «Argenteus». Una de las monedas de menor calidad creadas por Dioclesiano. Desde el pasado nos honra con el nombre.

En definitiva, cambió la estructura económica del Imperio, haciendo pesar las necesidades de sostenimiento de un Estado aumentado varias veces. Pero si el lector aún no se siente identificado y “en familia”, espere,   ahora viene lo mejor: inventó la inflación.  Si, como lo lee. Es que recurrió a una “reforma” monetaria, introduciendo nuevas monedas de “menor peso” y de plata y cobre en vez de oro.  Entre ellas, creo el “argenteus” (evidentemente, nos presentía).  Como era previsible, la reforma apuntada a crear dinero circulante sin respaldo, terminó generando inflación y hasta se llegó a acuñar moneda con menor valor nominal que el metal que las formaban.    Bueno, no se había inventado aún la arandela. En eso los argentinos si aprendimos a darle usos alternativos.

Pero no termina aquí el descalabro.  Acusó a la insaciable avaricia de los mercaderes como la culpable del aumento de los precios., y saco un “Edicto sobre Precios Máximos”. Como era de esperar, no funcionó. Igual que ahora (aunque seguimos insistiendo). Hubo mercado negro, persecuciones, etc. En fin, lo que Ud. ya conoce.

¿Y cómo fue su final? Curiosamente muy diferente a los de predecesores.  Fue el primer Emperador que se retira del poder antes de morir o ser asesinado.  Se autoexilia, pero sigue influyendo e intrigando durante algunos años, mientras ve desde lejos el caos en que se debaten sus sucesores.  Y por si esto fuera poco, se oían voces de clamor popular por su regreso.

Como yo sé lo que Ud. está pensando se lo aclaro de antemano:  no hay ninguna evidencia que usara el símbolo de la “V” con sus dedos como gesto. Ni él ni sus seguidores.  Pero, solo le faltó eso.