Competencia, esa Maldita Coacción Impersonal

¿Qué es lo que lleva a la clase política a esa imperiosa necesidad de implementar “programas sociales” y “planes de ayuda”? ¿Qué piensan respecto a las metas que deben alcanzar para cumplir con su programa electoral? ¿Tienen uno? O es un “strada facendo“ (en el mientras tanto… vemos que hacer).

“Cuando gobernemos haremos esto o aquello…”, repiten. Y lógicamente hay un electorado que los elige y espera un beneficio a esa política.   Ahora bien, las sociedades desarrolladas, es decir, las que lograron un estilo de vida que empuja a muchos a ir hacia ellas para poder disfrutarlo, se alcanzaron mediante un enfoque económico que privilegió algo de lo cual, en general, los políticos no hablan: el rol de la competencia.

La competencia es un fenómeno que no termina de encajar en la escala de prioridades del político de turno, ya que esta requiere de otros tiempos y, valga la redundancia, prioridades.    Como lo establecía Adam Smith en su obra máxima:  “La Riqueza de las Naciones” (1776), la mano invisible (mal interpretada muchas veces), es el resultado por el cual el interés individual beneficia (sin proponérselo directamente) al bien común en la resolución de problemas y de necesidades por medio de la libre empresa, de la libre competencia y del libre comercio.

Habla del contexto, del sistema donde interactuamos, el mercado visto como sitio o lugar, donde se vinculan los oferentes y demandantes, que somos nosotros.

Joseph Alois Schumpeter

Al decir de Schumpeter, si frenamos este proceso económico por el poder que nos conceden los votos, se perjudicarían los consumidores (ciudadanos) porque no obtendrían un mejor producto o servicio a un mejor precio, y por otro el emprendedor, que no continuaría innovando (descubriendo) e invirtiendo.  El capitalismo es, según este autor: “…crear bases de crecimiento económico alrededor de los entrepreneurs porque únicamente constituyendo esos pilares se podrán paliar las crisis…”.

Por eso los procesos competitivos, en un contexto que favorece este tipo de iniciativas, alimentan la creatividad, un mejor capital humano, mayores índices de inversión, para que ese orden espontáneo Hayekiano se produzca, obteniendo cambios incrementales o radicales en los que Schumpeter denominó “destrucción creativa”:  en otras palabras, “se destruye algo existente para crear algo nuevo y, habitualmente, mejor…retroalimentándose el sistema de manera continua”.

El concepto de “justicia social” que se frecuenta en países subdesarrollados, viene en realidad a proteger y frenar ciertos sectores dejando fuera a otros donde surgiría la competencia.

“…Si en los sistemas económicos desarrollados, la competencia es importante como proceso de bienestar, en el que los exploradores buscan oportunidades no aprovechadas, las que al ser descubiertas pueden ser utilizadas también por otras personas, lo es aún más en los países subdesarrollados…”. Cita Friedrich A. von Hayek en su ensayo del 29/03/1968 en una reunión de la Philadelphia Society, en Chicago.

El necesario proceso de descubrimiento podría ser obstaculizado si un sector de poder logra mantener al resto sujeto a los hábitos económicos tradicionales.  Una de las razones principales de la aversión (rechazo a ) a la competencia, es que ésta no sólo muestra cómo pueden hacerse las cosas en forma más efectiva, sino que enfrenta a aquellas empresas y sectores de poder asociados, que dependen de que el mercado no cambie para mantener sus ingresos,  y de alguna manera las obliga a imitar a las más exitosas, aún como “seconds bests” (segundos mejores, Lipsey-Lancaster. 1956) por temor a perder parte de sus ingresos. La competencia produce, de esta manera, una especie de coacción impersonal que obliga a numerosos individuos a ajustar su estilo de vida de un modo que ningún precepto o mandato lograría hacerlo.

Lo que Hayek nos muestra en estos párrafos es que, muchas veces, los mayores enemigos de la competencia son los mismos sectores empresarios o políticos que, desde el pedestal de algún tipo de poder ejercido, impiden el surgimiento de nuevos jugadores.  Naturalmente, si quienes detentan el poder pueden interrumpir el ejercicio de esta regla en favor propio, lo harán.  Es humano, al fin y al cabo, pretender beneficiarse.  Y es mortal para el sistema de competencias, que sus reglas caigan en manos del efímero poder de turno.

Porque como la competencia es un descubrimiento de mejora continua para la prosperidad en una sociedad, también tiene su faz negativa para aquellas sociedades con menos libertad de mercado. ¿Quien no quisiera ganar el juego sin el esfuerzo de jugar la partida? Sin competir.  En dichos contextos se aprecia esa coacción impersonal, esa fuerza o violencia no explícita, no  mostrada. En criollo, que te “serruchan el piso” con artimañas de todo tipo para evitar la competencia.