Claves del Sistema de Libre Mercado: el “Precio” – Parte II

Como mencionamos en nuestra primera entrega del concepto de “Precio”, el mismo es determinado por una necesidad o preferencia del consumidor, quien decide o no pagar por un bien o servicio.  O comprar o menos.    Mas allá de la consideración acerca de la supuesta “justicia o injusticia” del mecanismo, típica de quienes repudian el sistema de libre mercado,  en este artículo analizaremos las criticas mas habituales que pretenden negar la validez de la teoría.

Nuevamente, dejamos afuera la supuesta “inmoralidad del mercado”, dado que dicha critica no rechaza la teoría, sino que solo la considera “injusta”. Y esa discusión es mas abarcativa que el precio en sí.  Es una discusión acerca del Sistema de Mercado en sí, su eficiencia, su ética y sus beneficios como sistema económico.

La crítica al concepto de “competencia”

Una crítica habitual a esta teoría de formación de precios es que los precios no son “comparables” dado que, excepto ciertos bienes fungibles (normalmente conocidos como “comodities”, como el trigo, el oro, etc.), los distintos productos y servicios se diferencian entre sí, lo que los torna incomparables. De esa forma y sin capacidad de elección, el consumidor es “víctima” de un oferente.    Este pensamiento es otro error muy común y la realidad se encarga de descartarlo categóricamente.   Es cierto que no será lo mismo para mí contratar al mejor electricista (con probadas y muy conocidas referencias) que uno desconocido.  Probablemente esté dispuesto a pagar un poco más por ello.   Eso no quiere decir que el electricista prestigioso y renombrado pueda cobrar lo que se le ocurra.  Hay un punto límite para ese precio, más allá del cual estaré dispuesto tomar el riesgo de contratar al desconocido.   De esta forma, la existencia de ofertas que, si bien no son iguales, son alternativas o sustitutas realizan una competencia indirecta.   En otras palabras, la disposición que tenga de pagar por aquello que es de mi preferencia, tiene un valor, una “prima” a pagar, más allá del cual, ya no estaré dispuesto a asumir la diferencia.

Los Monopolios y los precios

Otro caso que puede esgrimirse en contra de esta teoría de determinación de los precios, es la de los oferentes monopólicos.  Estos casos son los preferidos por los detractores del sistema de Economía de Mercado, basando toda la crítica en forma reduccionista sobre estos casos.    Más allá de que las situaciones monopólicas existen, cabe aclarar que la mayoría de las veces, los monopolios están vinculados a normas, leyes o a la acción del Estado vía alguna protección o concesión especial. Esto de por sí, nos deja afuera de la Economía de Mercado.    Pero aún, supongamos que se trata de uno de los atípicos casos donde una empresa consigue, por sus propios méritos, controlar en forma exclusiva un mercado.  Bien, lo cierto es que hay algunos aspectos por los cuales esta situación podrá ser, en el mejor de los casos, transitoria y limitada:

    1. Cuando el monopolio en cuestión aumenta el precio más allá de cierta percepción de los demandantes, como ya dijimos, empiezan a funcionar los “sustitutos”. Aun cuando sean parciales, el empuje de los precios de un monopolio termina desarrollando otros mercados paralelos que le reducen la demanda.
    2. La misma percepción de “sobre-precio” (y la sobre utilidad consecuente), genera un mayor interés por otros competidores de ingresar a ese mercado. En situaciones normales (sin restricciones de tipo gubernamental), esto generará un ingreso mas o menos rápido de nuevos competidores atraídos por esa sobre-utilidad. Es fundamental aquí resaltar que un sistema de libre mercado no debe tener restricciones al ingreso de nuevos oferentes. Es una condición básica inherente al sistema.  Sin esa condición, no hablamos de un Sistema de Libre Mercado.
    3. Se observa con mucha frecuencia que la acción de un monopolio genera un poderoso imán para la creatividad de oferentes de otros mercados que pretenden dar respuesta a la necesidad de los consumidores, pero no con el mismo producto o servicio que ofrece el monopolio, sino desde un lugar completamente diferente. Así, en la actualidad, los monopolios crean cada vez mas rápido competencia por “superación de la necesidad”. Esto puede ser a través de satisfacer una necesidad con una producto o servicio mas abarcativo (que incluye esa necesidad y otras mas); o por un abordaje superador de la necesidad (por ejemplo: el SMS fue reemplazado por el Chat, que nació en la PC y luego llegó al teléfono móvil y otros dispositivos).
IBM y Microsoft. Dos gigantes acusados en su momento de abuso de posición dominante. Hoy, deben competir y compartir (muchas veces en desventaja) el mercado donde supieron reinar.

La situación monopólica puede durar un tiempo mientras se producen los desplazamientos de demanda e inversiones requeridas que terminarán con la posición dominante del monopolio. Durante ese tiempo, el monopolio tendrá algún margen para manejar los precios con un impacto mas reducido en la demanda. Sin embargo, nuevamente, ese plazo no invalida la teoría, y al igual que en caso de la competencia imperfecta, ese margen opera en forma limitada.

El Marketing y la voluntad  

Es habitual escuchar en círculos ya mas alejados de la teoría económica, que la voluntad expresada por los consumidores, en realidad, está “anulada” o “desviada” vía la publicidad y el marketing, que inducen a las personas a comprar sin seguir la mas mínima racionalidad. Por lo que en la práctica, los conceptos de “necesidad” y “preferencia” están manipulados y por lo tanto no responden a una “libre elección”.  Estas teorías que niegan el libre albedrío de los consumidores, aún cuando pudieran tener algún atisbo de verdad, en realidad no invalida la teoría por varias razones.  La primera y principal es que la publicidad afecta una parte de las decisiones en la economía (la del consumo minorista de las personas).  No aplica claramente a la transaccionalidad a nivel empresarial ni bursátil.  Con lo que, en todo caso, podemos apenas asemejar su efecto a un refuerzo de situaciones de competencia “imperfecta” como los ya mencionados, y restringidos a algunos bienes de consumo personal.

Conclusiones:

Como puede verse, la comprensión del mecanismo de determinación de precios en los mercados, pasa por el desarrollo de los conceptos de necesidades y preferencias de los consumidores. Aquellos intentos por definir el precio como productos matemáticos relacionados con sus costos y las conductas mas o menos arbitrarias de los oferentes, fallan dado que no pueden explicar la realidad.  Y es que la mejor explicación de un precio como concepto es que es una “síntesis”,  un punto resultante de múltiples fuerzas que operan al mismo tiempo. Para entenderlo hay que pensar en un fenómeno físico, de varias cuerdas atadas todas desde un extremo, con varios actores tirando de cada una de ellas, armando una estructura de rayos con un centro (el precio). Los actores son:  el consumidor, su necesidad concreta o urgencia, sus preferencias o gustos, el oferente, su nivel se stocks, su intención de vender mas unidades, etc.  La estructura de “rayos” que se arma es inestable, su centro (el precio resultante) se mueve y tiene que ver con que en ciertos momentos algunos actores tiran mas que otros.  Pero es imposible predecir en un modelo matemático donde quedará el centro de esa estructura y por cuanto tiempo.

Bien, hasta aquí una somera discusión de la teoría de formación de precios.  Y, basado en ella abordaremos en próximos artículos otros aspectos sobre el sistema de libre mercado.